Objetivo localizado (Drizela)

Tras la ruptura de la maldición, había hecho una amiga. O mejor dicho, una compañera de ligues. Drizela. Ambas compartíamos el mismo y enfermizo gusto por los rollos de una noche. La única diferencia que había entre las dos era que ella no mordía a sus víctimas. La encontré en el bar de siempre, tomándose algo mientras me esperaba.

_ Hola, preciosa. ¿Me has echado de menos?_ Le pregunté, poniéndome a su lado. A veces deseaba fracasar en los ligues, porque había ocasiones en las que Drizela y yo terminábamos acostándonos, y era una auténtica fiera. Tendría que proponerle un trío algún día. Le señalé a una pareja que se encontraba algo alejada de todos los demás, conversando._ Te propongo a aquellos dos. El chico lleva dos años pretendiendo a su amiga, pero ella pasa de él y sólo lo utiliza para que le pague las copas y le sujete el pelo mientras vomita. ¿No te da pena? Tú le recompensas a él, y yo la castigo a ella. ¿Te apetece?

Mi poder para leer las mentes era extremadamente útiles en aquellos casos, puesto que podía leer las inseguridades de la gente y amoldarme a ellas. Además, y si la situación lo requería, estaba capacitada para doblegarlos a mi voluntad. Un poder que siempre me excitaba.

Una especie de… libertad inunda mi cuerpo ahora que puedo recordar todo. Bueno, no es como si antes no hubiera sido libre, pero al menos ahora no siento que mis días giran en torno a una farsa. Mi vida no ha cambiado mucho desde que se rompió la maldición. Sigo siendo la misma joven que prefiere salir por las noches que permanecer encerrada en casa. El ya clásico labial rojo adorna mis labios y me decidí por un pequeño vestido negro esta noche. También llevo conmigo mi bolso. No es que dude de mi capacidad de obtener tragos gratis, pero ser precavida nunca está de más.

Me encontraré con Lucrezia, lo cual es perfecto porque no nos hemos visto en unos cuantos días. Mientras entro al bar, recuerdo ese primer día que la vi. Pensé que era una perra al igual que yo. Lo es y eso me encanta. Hay pocas personas en este pueblo que saben cómo divertirse. Sonrío un poco mientras tomo asiento e inmediatamente soy atendida. Ordeno lo de siempre y en unos minutos ya estoy probando mi bebida. Estando allí sentada puedo escuchar que los hombres de las mesas cercanas a mí comienzan a susurrar sobre cierta rubia que está entrando al bar. Se que hablan de ella. – Patéticos. – pienso y ruedo los ojos.

Levanto mi rostro cuando escucho su voz a mi lado. – No necesitas preguntar eso. Sabes que lo hago. – contesto con una sonrisa sincera. Me inclino para besar su mejilla para complementar el saludo y regreso la mirada a mi bebida, para después tomar un poco. Mi sonrisa se torna juguetona al escuchar lo que me dice después. Ella sabe perfectamente porque estoy aquí. - ¿Castigar a una mujer inteligente? – Suelto una risa leve – Tenemos que aceptar que lo es. Es decir… ¿utilizar a un hombre para tener copas gratis?, brillante pero muy cliché. – me encojo de hombros y volteo a mirar a la pareja, ya que no lo había hecho.

Recorro al chico con la mirada por unos segundos. – Lindo como para que lo estén haciendo esperar... – Muevo mi cabello de mi hombro derecho al izquierdo, como si me estuviera preparando para impresionarlo. – ... por dos largos años. Castigala. – digo sin más. – Y no se… si terminas rápido te nos unes al chico y a mí. – Casi puedo sentir fuego dentro de mí gracias a la necesidad de fumarme un cigarrillo pero lo haré cuando terminemos con esto, como siempre lo hago. - ¿Te gusta la idea? – Lucrezia no es la única chica a la que he besado en mi vida, pero si la única con la que me he acostado y eso deja una marca permanente. Tengo que confesar que los susurros de los hombres dedicados a su cuerpo me pusieron algo celosa.

A veces parecía que me leía el pensamiento, aunque estaba claro que ella no tenía ese poder, puesto que yo lo habría notado. Cuando tienes el don, sabes si te hurgan en la mente. Y Drizela no tenía ese poder. Tenía otros encantos que la hacían deseable. Como esa malicia al referirse a aquella mujer como inteligente, en lo que discrepaba. Por eso cuando quiso darme un beso en la mejilla me moví un poco y le di un suave roce a los labios, provocando excitados pero acertados pensamientos en todos los hombres del local.

_ Me encanta la idea... adoro como piensas, cariño. Que empiece la cacería._ Pedí un vodka solo y me dirigí junto a aquella pareja, sentándome tranquilamente junto a la chica. Cuando intentó quejarse usé mis poderes levemente para quitarle esa idea de la cabeza. Le hice un gesto con la mano a Drizela para que se acercase, sonriendo._ Buenas noches, chicos.

Dejé que el alcohol corriese. A mí no me afectaba, lo que me daba ventaja. Aunque cuando le diese un mordisco a la chica que tenía al lado, probablemente terminase completamente embriaga. Al llegar a casa mi madre me pediría unas explicaciones que no pensaba darle. Di un trago a mi copa de vodka y ambos chicos me miraron con sorpresa. Probablemente si ellos lo hicieran acabarían tosiendo sin control.