[NNJ] No quiero estar sola (Espíritu Persistente)

Siempre había querido ver a los humanos, desde que tenía memoria había adorado su mundo y quería conocerlo todo, pero mi padre siempre me lo había prohibido. Sinceramente, estaba harta de tantas leyes injustas y estúpidas que hacían que las sirenas de Atlántica no pudiéramos hacer nada.

Por si no fuera poco las prohibiciones, desde que unos años antes mi madre muriera por culpa de unos malditos piratas, las cosas se pusieron mucho peor. Mi padre había prohibido todo lo que significaba alegría y no podíamos hacer nada. Sin embargo, el sueño de conocer a los humanos no había desaparecido y juraba por mi aleta que los conocería, siempre teniendo precaución con los piratas, eso sí.

La cosa era que recordaba haberme ido del palacio real a dar un paseo tranquilamente, pero al cerrar y abrir los ojos me di cuenta de que estaba fuera del agua, con un par de piernas, como los humanos, y uno de esos vestidos que llevaban las humanas.

-¿Dónde estoy? -pregunté en voz alta con un toque de preocupación. A simple vista no parecía haber nadie, así que grité un tanto angustiada-. ¡Papá! ¿Dónde estás?

Miré a mi espalda y había un lago, un lago enorme que, quizás, sirviera para poder encontrar a mi familia. Me acerqué y lo miré, fue entonces cuando me di cuenta de que estaba llorando, pues me sentía sola y perdida. ¿Dónde me encontraba? ¿Dónde estaba mi familia? ¿Por qué tenía el aspecto de una humana? no lo sabía, pero, en aquel momento, no me importaba, quería ver a mi padre y nada más. Seguramente estaría muy enfadado conmigo por desaparecer así sin avisar.

Corría, escapaba, aunque aún no tenía claro de qué huía. La oscuridad siempre me alcanzaría. Aunque, al acercarme al lago, de repente sentí una extraña paz. Mis ojos captaron a una joven, que lloraba ante un lago. Y me vino un flash, la imagen de una joven pelirroja, rodeada de criaturas de tinieblas, una joven a la que yo había protegido.

"Es un hechizo, que te protegerá de la oscuridad. Si algo malo pasase, tu luz te llevaría junto a la luz de otra persona, alguien que te protegería" La joven que tenía delante era igual que aquella niña cuyo nombre recordaba. Un corazón de luz pura. Lancé un grito cuando la luz me invadió por un momento, y caí al suelo, con forma humana. Una mujer de cabellos rubios.

"Es un amuleto, que nos mantendrá juntos para siempre. Estemos donde estemos, nos acordaremos de los otros, y eso nos dará fuerza". Me llevé la mano al pecho, pero no encontré amuleto alguno. Sin embargo, esta vez, la imagen de mi memoria parecía más nítida, más clara.

_ Ter... Ve...

Seguía allí frente al lago y cada vez me sentía más sola. No sabía dónde ir, ni dónde estaba, ni dónde estaba mi familia. Quería ir a casa, quería encontrar a alguien que me cuidase, no quería estar sola. Pero por mucho que miraba y miraba no veía nada más que árboles y aquel enorme y misterioso lago.

-Pa… pá… -sollocé.

Algo me decía que si entraba en el lago podría encontrar la forma de encontrar a mi familia, pero algo me impedía hacerlo. Si lo hacía podría ser que encontrase el camino de vuelta a casa, pero también podría significar perderme mucho más. Lo que estaba claro era que aquella no era la Laguna de las Sirenas que conocía y también estaba claro que allí, en mitad del bosque, no podría encontrar el mar.

Estando allí parada, metida en mis pensamientos, oí un ruido a mi espalda. Me giré asustada para buscar el origen del sonido y vi a una mujer de cabellos rubios tirada en el suelo. Tragué saliva y me limpié las lágrimas sin dejar de mirar a la extraña mujer. Ladeé la cabeza pues parecía que estaba buscando algo en su pecho. Fruncí el ceño cuando habló.

-Disculpe señora -dije con un hilillo de voz algo atragantado por las lágrimas-. ¿Puede… puede decirme dónde estoy y dónde está mi padre? -entonces recapacité un poco y pensé en sus palabras-. ¿Quién es Ter Ve? -pregunté inocentemente al no saber a quién se refería.

Off:

¿Donde estaba? ¿Encontrar a la familia de aquella joven?  No, aquello no me sonaba en lo más mínimo. Ni tan siquiera sabía mi nombre. Y las mismas palabras que había dicho no me servían como referencia. Ter... Ve. Se supone que debía ser algo importante, pero lo cierto es que no me sonaba de nada. No había nada en mi memoria, estaba limpia.

_ Lo siento, pero no puedo ayudarte. No tengo idea de donde estamos, ni conozco a tu padre._ Dije, sintiéndome mal por ello. De hecho, en mi rostro se dibujó una expresión de cordero degollado. No recordaba quien era, pero tenía claro que esa persona no soportaba ver sufrir a los demás, en especial a niñas pequeñas. Aunque dudaba que nadie pudiese hacerlo._ Vamos, te ayudaré a encontrar a tu padre. No llores.

Sentía que era mi responsabilidad ayudar, colaborar. Si no lo hacía, nadie lo haría. Quizás no supiese quien era, pero la búsqueda de mi identidad tendría que esperar. No podría sentirme cómoda sabiendo que aquella joven estaba sola.

El ver aparecer a aquella chica fue algo muy extraño, ¿de dónde había salido? Ni idea, pero es no era la cuestión, la cosa era que, por su cara, diría que ella tampoco tenía gran idea de dónde se hallaba en aquel momento. La observé atentamente con la cabeza ladeada y con los ojos rojos de haber llorado.

Le pregunté por nuestro paradero y el de mi padre, además, me interesé bastante por sus escasas palabras y el significado de éstas. Sin embargo, ni sabía dónde estábamos ni conocía a papá. Bajé la cabeza con tristeza y sentí aflorar las ganas de llorar de nuevo. Sí, era una niña muy curiosa e intrépida, pero en aquel momento me sentía sola y abandonada.

La escuché hablar de nuevo y sentí como se me abrían las puertas del cielo, ¡iba a ayudarme a encontrar a papá! Podría haber malpensado de ella, pero algo me decía que aquella extraña mujer era buena y tenía un gran corazón.

-Gracias por ofrecerse a ayudarme -me acerqué a ella y le sonreí levemente, pues todavía se notaba que había llorado-. Me llamo Ariel y soy una sirena -me presenté-. Así que papá estará en algún lugar donde haya agua y se pueda descansar tranquilamente, ¿conoce algún lugar así?

Me quedé mirándola, aquella chica era muy guapa, debía admitirlo. Realmente había visto pocas mujeres tan guapas y eso que mi madre era la reina del mar, la sirena más hermosa de todos los mares. Sonreí de nuevo y me sequé bien las pocas lágrimas que me quedaban.

-Espero que no sea muy entrometida -dije con un toque de timidez- pero… -hice una ligera pausa- ¿cómo ha aparecido así sin más? -pregunté inocente y dulcemente.

Preguntas y más preguntas. Y una vez más, me sentía completamente fuera de lugar. No era normal que, con el aspecto que había visto reflejado en el lago, no tuviese un solo recuerdo. Sentía que me lo habían robado, que mis recuerdos estaban en alguna parte, pero no podía acceder a ellos. Me aparté el cabello del rostro y me puse en pie, tambaleándome como si mis pies no fuesen míos. Aquello no me terminaba de gustar, me sentía engañada.

_ Me gustaría presentarme, pero no tengo idea de como me llamo, lo siento._ Le confesé, aunque no me mostraba particularmente preocupada por ello, como si supiese que volverían a estar en su lugar muy pronto. Me sentía relajada, tranquila, como si acabase de superar una gran batalla, y la recompensa se postergara._ No conozco la zona, ni sé de donde he venido, pero no te voy a dejar buscar sola, es peligroso para ti.

No me sorprendió que me dijese que era una sirena, porque no sabía que las sirenas eran algo extraordinario. Tenía un conocimiento vano sobre como actuar y hablar, pero poco más. Si me concentraba en ayudar a aquella joven, quizás mi mente se mantuviese entera. Porque ahora mismo, aquella pequeña misión era lo único que tenía en la cabeza, no había absolutamente nada más.

Me presenté educadamente, no podía negar que la chica estaba siendo muy amable conmigo así que yo tenía que ser todo lo educada que me habían enseñado para demostrarle mi agradecimiento.

La escuché atentamente, ¿cómo no podía saber cómo se llamaba? La miré con un toque de tristeza en los ojos. Aquello era muy triste, tenía que ser doloroso no saber quién eres ni de dónde vienes. Sin embargo, ella parecía tranquila, cosa que me provocaba aún más curiosidad. De todos modos, había aprendido que los humanos y más concretamente los humanos adultos, solían darle menos importancia a las cosas que, bajo mi punto de vista, eran realmente importantes.

-Gracias de nuevo por ayudarme -sonreí tiernamente-. Creo que podríamos empezar a buscar algún lugar donde buscar a mi papá -propuse teniendo en cuenta que siendo ella la adulta, acabaríamos yendo donde ella dijera.

Me arreglé el vestido para que no quedase arrugado, me até el pelo en una coleta para que no me molestase el pelo y me planté frente a ella. Estando tan cerca podía ver que era más guapa estando así de cerca. Entonces, fruncí el ceño y le sonreí.

-Ya sé que no sabe cual es su nombre -dije con cierto pesar-, pero, ¿cómo podría dirigirme a usted? -pregunté sabiendo que no era la pregunta más adecuada en aquel momento-. Se lo pregunto porque no me gustaría tener que dirigirme a usted con un ¡ey! o un ¡eu! o tener que gritarle si nos se paramos por algún motivo… -crucé las manos en la espalda esperando una respuesta.

Estaba segura de que gracias a ella podría encontrar a papá y entonces él sabría que los humanos no son tan crueles como él imaginaba. Sabía que a papá no le gustaba que me gustasen los humanos, pero no podía evitarlo, adoraba su mundo y adoraba todo lo que les rodeaba.

Pensé en como llamarme, y mi mirada se dirigió, sin saber por qué, hacia el lago. Con pasos confusos me acerqué y miré mi reflejo. La persona que me devolvía la mirada era una extraña. Por algún motivo y aunque no tuviese realmente sentido, tenía claro que esa no era yo. ¿Por qué tenía ese rostro entonces? Acaricié el agua con mis manos, y sentí una extraña comodidad al hacerlo, casi como si me fuese propia, como si perteneciese a mí.

_ Mizu, puedes llamarme Mizu por el momento. Hasta que averigüe cual es mi nombre, quien soy._ Dije, mientras apartaba la mirada del agua y me ponía en pie. Me sentía extraña al darme nombre a mí misma, estando además segura de que no era mi verdadero nombre. Pero si no lo hacía la joven no sabría cómo llamarme, y si estaba en peligro, no podría protegerla. Aunque no estuviese segura de como hacerlo si dicha situación se presentaba._ Cógeme la mano, no quiero que te pierdas.

La tomé de la mano y bordeamos el lago con calma. Era la primera superficie donde buscar, pero algo me decía que allí no había nadie en absoluto. Podría identificarlo como instinto, ya que no tenía conocimientos aprendidos sobre el mar o lo que habitaba en él. No conocía las costumbres de las sirenas ni tampoco su anatomía, por lo que no podía basarme en datos que poseyera para poder examinar la situación. En cierto sentido me sentía desamparada.

Me resultaba bastante triste ver que alguien no recordase quien era. Si yo olvidase todo lo que realmente me importaba, estaría muy triste porque tiene que ser horrible no saber de dónde vienes ni a dónde vas. Por no hablar de olvidar a las personas que te importan de verdad.

Cuando le pregunté cómo llamarla, la chica se acercó al lago y se miró. No perdí detalle alguno, aún así sonreí. Era una chica un poco rara pero me había caído bien. Cuando estaba agachada tocando el agua me dijo que la llamase Mizu. Fruncí el ceño pues aquel era un nombre extraño para una chica, pero teniendo en cuenta que no recordaba su nombre, estaría bien llamarla así.

-Mizu… -murmuré y sonreí-. Está bien, Mizu.

Entonces ser acercó a mí y me dijo que la cogiera de la mano para no perderme. Así lo hice y caminé a su lado. Caminamos alrededor del lago en busca de mi familia. Pero poco a poco perdí la ilusión, allí no iba a estar mi padre, era imposible. Sin embargo, no dejé de caminar a su lado.

-Mizu -la llamé-, este lago es muy grande pero… -hice una pausa y la miré- pero no tiene salida al mar -ladeé la cabeza-, por lo menos no a la vista y tampoco me fío de sumergirme para buscarla -terminé con preocupación.

Era normal que me preocupase, estaba claro que con forma de humana no tendría el mismo aguante en el agua que siendo sirena, pero no tenía ni idea de cómo recuperar mi cola y tampoco iba a ponerme a explorar la manera de hacerlo. La única posibilidad que nos quedaba era buscar por otra zona o esperar a que apareciera una sirena, cosa que, por algún motivo, veía imposible.

-Siento ser una molestia, Mizu -murmuré triste-. Bastante tienes con haber olvidado lo que te es importante, como para tener que cuidar de mí -bajé la cabeza ligeramente, no quería ser una molestia para ella y dudaba que no fuera a serlo.

Si Ariel supiese que era la única que me mantenía cuerda en aquellos momentos, probablemente no se menospreciase tanto a sí misma. Aunque eso era algo que yo también desconocía por completo. Cuando le solté la mano me desplomé, y fui golpeada por un recuerdo, y después de eso, otro más me dio de lleno, como si de una bofetada se tratase.

"Devuelveme el corazón de mi amigo, o te lo haré pagar" Me aferré el cráneo, que me dolía de forma terrible. "No deberías exponerte tanto a la oscuridad" Mi cuerpo empezaba a parpadear, cambiaba de color, entre varios aspectos."Vaya par de hermanos" Recordé la llave, mi llave. No me la habían arrebatado, era algo algo que nadie podía quitarme. No, a menos que renunciase al poder de mi corazón.

_ ¡Terra! ¡Ventus! No os rindáis._ Mi cuerpo se estabilizó, mis rasgos se suavizaron, y mi cabello se tiñó de azul. Mi vestuario cambió, y una bruma negra escapó de entre mis labios, liberando la oscuridad que aún quedaba en mi interior. Me puse de pie, tambaleante, y cuando traté de sujetarme sin tener apoyo, una gran llave hizo acto de presencia en mi mano, la llave que tanto había estado buscando._ Ahora recuerdo...

Me sentía algo mal por estar ahí haciendo perder el tiempo a Mizu. Si bien era cierto, según había leído, que la mayor parte de las princesas eran bastante egoístas y pensaban solo en ellas mismas, yo no era así, a mí me gustaba divertirme y disfrutar de la libertad propia de una niña de mi edad, pero no me gustaba imponer a nadie lo que debía hacer y lo que no y en aquel momento sentía que estaba haciendo eso precisamente.

Mi acompañante no respondió nada, simplemente se soltó de mi mano y cayó al suelo. Sentí como el pulso se me aceleraba pues no sabía qué hacer. Por lo general, siempre había tenido a alguien cerca para ayudarme o se había encargado de eso directamente, pero yo no tenía ni idea de cómo se actuaba. Por lo tanto, me asusté bastante.

-¿Mizu? -me acerqué a ella-. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

Me había puesto nerviosa por lo que no pensaba con claridad lo que decía, ¿cómo iba a estar bien? Se había desplomado, era lógico que no estaba bien. Además, que se agarrase la cabeza no era muy buena señal. Lo que no era muy buena señal era que parpadease y cambiase de color y aspecto. Eso aún me asustó más, tanto que di un paso atrás, me tropecé con una raíz y caí al suelo de culo. Entonces, habló de nuevo y me percaté de que había tomado un aspecto, al parecer, definitivo. Abrí la boca para decir algo, pero no salió ni una sola palabra. Había cambiado drásticamente: su pelo era azul en lugar de rubio, su ropa era totalmente diferente, parecía una guerrera o algo así y en su mano había una especie de espada con forma de llave.

-¡¡Guau!! -exclamé entre sorprendida, asustada y extasiada-. ¡Eso ha sido alucinante! -exclamé de nuevo-. ¡Hazlo otra vez! -inocente tontería acababa de soltar. Entonces fruncí el ceño para abrir los ojos como platos-. ¡Ter y Ve son Terra y Ventus! -solté repitiendo sus nombres y volví a fruncir el ceño-. ¿Quiénes son Terra y Ventus? -la miré con curiosidad-. ¿Qué es lo que recuerdas? ¿Quién eres? ¿Tu nombre? -me arrastré ligeramente por el suelo-. ¿No serás peligrosa, verdad?

Había sido tal la sorpresa y el susto después de la preocupación que todas aquellas frases y preguntas habían salido solas y sin pensarlas. Sin levantarme la miré con intriga, no tenía pintas de ser muy peligrosa, no para mí por lo menos, pero nunca podías fiarte, ¿cómo fiarse de una persona que aparece sin más y a los pocos minutos cambia completamente de aspecto y de su boca sale una especie de humo negro? Estaba claro que yo era confiada, pero no tonta, así que esperaría a ver qué pasaba.

Off:

Poco a poco fui recuperando las fuerzas. Era difícil razonar y recuperar todos aquellos datos de golpe. Pero estaba entera, era libre y volvía a tener la llave espada. A pesar de todo, no podía decir lo mismo de Terra y Ventus, y por ello no podía sentirme del todo feliz de estar de vuelta si no los encontraba. Me llevé la mano al cinturón, notando el siemprejuntos en ella, firme, existente. Eso me daba esperanzas. Escuché a Ariel y me volví, dispuesta a contestar a sus preguntas.

_ Mi nombre es Aqua, Terra y Ventus son mis amigos. Y no voy a repetirlo, es una de esas cosas que pasan una vez en la vida._ Dije, mientras hacía desaparecer la llave espada, pues en aquel momento no la necesitaba. Había magia en el ambiente, y tenía que descubrir lo que estaba pasando. Tenía mucha información atrasada, y era vital para saber cual era el siguiente paso._ No soy peligrosa a menos que seas una criatura de la oscuridad, y tú no lo eres. De modo que mantente cerca.

Ella misma mostraba aquella magia, lo que me daba a entender que había sido víctima de un hechizo, y eso me daba a entender que no era la única. Le pasé la mano por encima, tratando de romperlo, pero estaba por encima de mis capacidades. Alguien muy poderoso estaba detrás de este asunto, y como maestra de la llave espada, no podía dejarlo correr.

Observé atentamente a Mizu, aquella chica que había cambiado drásticamente frente a mí, estaba segura de que aquella lluvia de preguntas la había aturdido, o quizás no, pero a mí sí me hubiera aturdido. La escuché con atención, por lo visto su auténtico nombre era Aqua, sinceramente me gustaba más que Mizu, y Terra y Ventus eran sus amigos. Suspiré levemente al decirme que no iba a repetir el truco, aunque realmente no había sido un truco, o eso imaginé. Lo que sí parecía un truco era cómo había hecho desaparecer aquella espada, o llave, o lo que fuera. Luego siguió respondido a mis preguntas. Bien, no sería peligrosa para mí, pues yo no era una criatura oscura o algo así.

Antes de ponerme en pie, vi como pasaba su mano sobre mí, ¿qué hacía? Realmente no me importaba mucho, pues había dicho que no sería peligrosa para mí y me había dicho que me mantuviera cerca de ella. Así pues, me levanté, me sacudí la ropa y me puse a su lado, sin dejar de mostrar un cierto recelo, pues sus palabras no habían sido muy alentadoras.

-Oye, Mizu…, digo, Aqua -rectifiqué-, quería decirte que me gusta mucho más tu nombre auténtico que el otro -sonreí dulcemente-. No quiero resultar cargante ni ser molesta pero -hice una breve pausa-, ¿qué era ese objeto que llevabas en la mano? Parecía una espada, pero tenía forma de llave gigante… -fruncí el ceño-, y, otra cosa, ¿Qué es una criatura oscura? -podía deducir que se trataba de un bicho o algo así de color negro, pero igual no era eso de lo que hablaba. Suspiré y la miré con nueva curiosidad-. Ahora que recuerdas… quizás sepas dónde está mi papá… -le sonreí con esperanza. No sabía si lo sabría o no, pero por intentarlo…

Tenía una misión que debía atender. Aunque ahora tenía claro quien era la persona que tenía delante. La princesa Ariel de Atlántica. Sí que sabía quien era y de donde venía, pero no era un lugar que se encontrase precisamente cerca. Además, tenía claro que iba a ocuparme antes de resolver lo que estaba pasando en aquella ciudad.

_ Es la llave espada. Un arma de la luz, del corazón. Es la única que puede acabar con las criaturas de las sombras, y evitar que se apropien de los mundos._ Murmuré, mientras la hacía aparecer. Mi magia se fortalecía cuando la llevaba, y tenía claro que pronto iba a necesitarla. Podía notar algo oscuro en el ambiente, una magia maligna que se aproximaba._ Ariel, quédate atrás.

Aferré la llave con fuerza, la alcé y dos grupos de Minas de luz aparecieron a ambos lados de mí. Las minas, impulsadas por la magia, se dirigieron en una dirección y se escucharon gritos, más de rabia que de dolor. Había dado en el clavo.

OFF:

Ladeé la cabeza observando a Aqua, tenía aspecto de ser una chica dura pero juraría que era capaz de ver en ella algo, no sabría qué era, pero era agradable, como una luz clara y cálida que invitaba a estar bien y feliz. Quizás fueran cosas mías, pero era el sentimiento que me provocaba y me gustaba.

La escuché explicarme qué era aquella extraña arma y para qué servía. Como había podido deducir, era una espada, pero no una cualquiera, sino un arma de la luz y que acababa con las sombras. Fruncí ligeramente el ceño y vi como aparecía en su mano.

-¿Los mundos? -pregunté algo extrañada- ¿A qué te refie…?

Juraría que Aqua no me escuchaba, parecía pendiente de algo, algo que, estaba segura, no me gustaría. Obedecí su orden y me coloqué detrás de ella, a una distancia prudencial, es decir, ni muy alejada ni pegada a ella. Observé sus movimientos y me maravillé al ver aquellas luces que aparecieron a sus lados y como se iban hacia un lugar. Tragué saliva al escuchar aquel grito proferido por algo que había sido golpeado por las luces. Ahora sí, me acerqué a ella y me aferré a su ropa quedando detrás de ella y mirando al lugar dónde había sonado el grito.

-Aqua… -murmuré bastante asustada sin apartar la vista del punto exacto del grito.